Opinión
Permitir que el sector privado termine la obra, a través de una emisión bursátil de deuda que permita a ahorradores de todos los tamaños invertir en el proyecto de infraestructura más grande y rentable del país en los últimos 30 años. Olvidarse de la quimera de Santa Lucía. Usar los terrenos del actual AICM para crear una zona natural abierta al público en el oriente de la CDMX, zona que lo necesita urgentemente. Eliminar cualquier posibilidad futura de corrupción en la obra a través de transparencia, cero tolerancia y rendición de cuentas, y hacer inversiones públicas en la conectividad urbana del NAIM y la remediación ambiental de la zona, cuyo deterioro es evidente desde el S. XVII.