César Octavio Vargas Téllez
Opinión
Sin duda el principal reto que enfrenta la economía mexicana actualmente, es superar el endémico crecimiento económico que presenta. Es claro que el nivel del PIB previo a la pandemia no se alcanzará hasta 2023, al ritmo de crecimiento actual, con lo cual serían tres años perdidos y cuatro si se considera que en 2019 hubo ya una ligera recesión. Si se quiere revertir esta tendencia el Gobierno debe de enfocarse en los factores que detonen el crecimiento tanto en el corto como en el largo plazo, porque este magro crecimiento de la economía es un problema estructural que lleva ya prácticamente cuatro décadas.
Entre las acciones de corto plazo, es potenciar la inversión, tanto pública como privada, revertir el actual mínimo histórico del 19% y alcanzar la meta de 25%. La inversión pública deberá ser el eje de la recuperación económica, en proyectos de infraestructura que permitan aumentar la competitividad de la economía, para ello es necesario hacer un mapeo detallado a nivel regional de las posibilidades de inversión que detonen el mayor efecto multiplicador sobre la inversión privada. Para financiar esta inversión, se sugieren dos canales paralelos, el primero el aumento de recursos públicos propios a través de una mayor recaudación fiscal y de cuotas, con un rediseño fiscal que no solo contemple los ingresos federales, sino los ingresos subnacionales, para proyectos de coinversión en infraestructura. El segundo canal es la contratación de deuda pública de largo plazo, tanto interna cómo externa, con un monto y periodo de amortización sostenible y viable para las finanzas públicas, los proyectos financiados con este esquema tendrán que ser cuidadosamente elegidos, para que la tasa de retorno sea superior a la tasa de interés del crédito. Para la elección de proyectos de inversión, se sugiere crear un Consejo de Inversión, con la participación del sector empresarial y académico para definir la inversión con criterios meramente económicos y no políticos. Estas medidas deberán de acompañarse con medidas de desregulación y facilidades de inversión a nivel local y federal, así como el aseguramiento de la seguridad jurídica de la inversión privada.
También es importante sentar las bases de un crecimiento de largo plazo, para ello se deben de contemplar acciones que mejoren la competitividad de la economía, como la inversión en más y mejor capital humano dirigido a la ciencia y la tecnología. Creación de polos de investigación aplicada en áreas del conocimiento como biotecnología, electrónica, desarrollo de nuevos materiales con la participación de empresas privadas y financiamiento público. Se debe de empezar planear una nueva política industrial que busque en un primer momento integrar más valor nacional en los sectores de exportación más dinámicos ya existentes y consolidados, mayor integración e investigación de las universidades y en especial las tecnológicos con el aparato productivo con proyectos de financiación mediano y largo plazo. Creación de nuevos sectores a través de empresas públicas y privadas nacionales, con facilidades fiscales, en sectores que hoy en día son considerados estratégicos y punta en el ámbito tecnológico. Los resultados son de largo plazo, pero es importante sentar las bases, para una verdadera transformación de la economía mexicana, basada actualmente en tecnología importada o de bajo nivel de contenido tecnológico.
Los países que han apostado por una industria con alto contenido tecnológico son los que más han crecido en los últimos veinte años, el ejemplo, está en Asia Oriental.