Opinión
T-MEC constituye el marco institucional que formaliza, desde distintos ámbitos, la relación trilateral de México, Estados Unidos y Canadá. Dicha relación se rige por flujos de intercambio de bienes y servicios, factores productivos (capital y trabajo), migratorios y culturales, entre muchos otros. Para que México, como país, pueda explotar el valor del tratado, debe buscar que estas relaciones de intercambio, en las cuales se involucran familias, empresas y el propio gobierno, sean respetuosas de su contenido. De esta forma, en un entorno global donde existe una tendencia para relocalizar procesos productivos, de suministro y logística para acercarlos a mercados de consumo (nearshoring), como la economía de Estados Unidos, el apego a los principios de cooperación del T-MEC es la principal fuerza de atracción que puede favorecer a México en tal dinámica de relocalización. En esa línea son de resaltar, especialmente, cuatro aspectos para fortalecer la ventaja de la cercanía geográfica con Estados Unidos: menores costos de generación de energía y capacidad de suministro eléctrico, costos laborales competitivos, adhesión a principios sociales, ambientales y de gobernanza en la inversión (ESG, por sus siglas en inglés) y un marco jurídico que brinde seguridad pública y garantice el respeto a las leyes. Dentro de todos estos factores es crítico el papel del gobierno en el diseño de las políticas públicas óptimas para robustecer esos 4 aspectos.