Opinión
La principal fortaleza que ha logrado preservar la economía mexicana es la solidez de sus fundamentos macroeconómicos, que encuentran soporte en el conjunto de políticas macroeconómicas que, pese a los retos, continúan siendo creíbles y ejecutadas con oportunidad. El riesgo de recesión que se advierte en Estados Unidos, alimentado por la necesidad del ajuste que requiere hacer la Reserva Federal a su tasa de referencia para contener la inflación, será un factor que presionará de forma considerable la credibilidad de estas políticas. Por una parte, se espera que el Banco de México realice un ajuste sobre su propia tasa de interés que incorpore los movimientos de la Reserva Federal. Por otra, se han incrementado las tasas en diferentes nodos de la curva de rendimientos, lo que presiona al alza el costo financiero de la deuda pública, no solo de los vencimientos de corto plazo sino de los refinanciamientos que se ejecuten a mediano y largo plazo. Ambos fenómenos plantearán retos al Banco de México y al gobierno federal sobre las posturas monetaria y fiscal, respectivamente. En su caso, el gobierno federal deberá ser respetuoso de la autonomía del Banco de México y permitir que ejecute sus herramientas para anclar las expectativas de inflación. Asimismo, deberá tomar las previsiones necesarias para enfrentar la presión sobre el gasto no programable (que incorpora el costo financiero) tan pronto como en septiembre, cuando presente los Criterios Generales de Política Económica para 2023. Este documento, eje macroeconómico del paquete fiscal, deberá contener supuestos realistas para las tasas de interés, el crecimiento económico y el precio del petróleo, entre otras, a fin de que las trayectorias que espere para el déficit y la deuda pública tengan una probabilidad relativamente elevada de cumplirse.