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Los Fideicomisos de Energía: el saber por un plato de lentejas

Por : Miriam Grunstein

 
22 de Octubre del 2020

Publicado en Animal Político.

Uno de los intercambios más conocidos y menos compensatorios es el que hizo Esaú cuando, por estar hambriento, le ofreció a Jacob su primogenitura a cambio de un plato de lentejas pues, emaciado, ésta no le serviría de nada. El libro del Génesis narra que, mientras Esaú era un hombre tenaz que deambulaba jornadas enteras en pos de su nutrimento, el hermano menor era un vivales con tiempo de sobra para hacerse un simple potaje rojo, cuya preparación no demandaba esfuerzo alguno. El sentido de la parábola es que, en un momento de fragilidad, es posible sacrificar mucho por casi nada.

La parábola es entendible. Las razones por las que el presidente y su partido han decidido hacer papilla de montos muy importantes ya invertidos -y aún necesarios- en la formación de capital humano para el sector energético, no lo es. Este es en lo sumo demandante de ciencia y tecnología. Más que con fierros, las empresas buscan abrirse paso en una industria extraordinariamente competitiva mediante la afinación de su capital humano y tecnológico. El afán de toda empresa energética no es cargar con corderos, ni con venados ni becerros gigantes para saciar su apetito feroz, sino más bien procurar lo inmaterial para correr como mercurio entre sus adversarios, para atravesar el espacio a velocidad de la luz.

No recuerdo quién dijo que el petróleo brota de la mente de los geólogos. Hoy, cuando el crudo es una de tantas alternativas energéticas, hay mucho más en qué pensar. Y pensar sin recursos no brinda frutos valiosos, tal vez solo se cueza un simple potaje rojo, insustancial.

Desde el sexenio de Calderón hubo la idea de crear fondos para financiar desarrollo tecnológico para el sector energético, con el grave inconveniente de que no existía un mercado para los proyectos que se concluían. En un sistema cerrado, Pemex usaba estos fondos para pagar a sus contratistas, los cuales simulaban hacer “pruebas tecnológicas” que no aportaban valor agregado alguno. Así fue como Pemex cambió miles de millones de pesos por platos de lentejas, sin que casi nadie, salvo algunos curiosos, nos diéramos cuenta. Luego vino la reforma energética y se llenó la bolsa de los fondos SENER-CONACYT Sustentabilidad, por una parte, e Hidrocarburos, por otra. En esta ocasión sí había una razón de mérito para ellos: México se abría a un mercado y había que aplicar recursos sustantivos para formar cuadros y desarrollar ciencia y tecnología propias. ¿Qué tanto se logró? Es difícil saberlo y cualquier sentencia final sería irresponsable e injusta. Habría que hacer una evaluación, caso por caso, de cada proyecto y del retorno de esta inversión, si es que la hubo.

Que el gobierno en turno exija una rendición de cuentas al anterior sobre el destino de estos montos, no es su derecho, es su obligación; pero, con la excusa de que con todo el dinero de ambos fideicomisos se esquilmó al pueblo al ejercerse en corruptelas y relaciones clientelares, ni este gobierno ni ningún otro puede ni debe privarnos de una industria moderna donde los profesionales del sector, de hoy y especialmente de mañana, puedan desenvolverse. No nos quedaremos sin energía por la escasez de recursos naturales. El apagón vendrá por la falta de ideas.

Finalmente la comunidad científica, muy explicablemente herida por el recorte brutal en sus medios, responsabiliza de esta privación a Pemex y en especial al proyecto de Dos Bocas. Qué tristeza da saber que, con todo ese dinero, si acaso alcanzaría para un par de bombas y otras tuercas. Como en el Génesis, cambiarán nuestro saber por un vil plato de lentejas.

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